CDMX.- La fe de Simón Pérez González se asentó más con la enfermedad que vivió. La primera semana, aunque sabía que tenía Covid-19, se resistía a internarse, pese a que tenía seguro de gastos médicos mayores.
Cuando empezó con altas temperaturas y a perder la conciencia, su familia inició la búsqueda de un espacio en algún hospital donde fue internado e intubado, inmediatamente; toda la información, les dijeron, sería vía telefónica.
Ahí el éxodo de Simón, quien narra su experiencia que vivió ante el mortal virus.
—¿En dónde te infectaste?
Desde que inició la pandemia me mantuve aislado, junto con mis dos hijos y mi esposa, seguimos todas las indicaciones de las autoridades sanitarias. Todos en la familia nos contagiamos.
De casa sólo salíamos para las compras esenciales y con las medidas que se pedían. Nunca supe dónde nos contagiamos.
Empezó mi hijo, seguí yo, después mi hija y por último mi esposa. La muerte rondó en nuestro hogar.
—¿Todos se internaron?
Sólo un servidor. Mi hija soló estuvo hospitalizada un día; mi hijo estuvo bajo vigilancia médica en casa; mi esposa, aunque también estuvo infectada, fue la que menos secuelas tuvo y fue quien vio por todos.
—¿En qué momento decidiste internarte?
Sólo recuerdo que estábamos buscando un espacio en hospitales particulares. Una vez que encontramos uno mi hijo me llevó, me intubaron de inmediato y ya no supe más.
Me dicen que me estuvieron inyectando morfina para mitigar el dolor. No recuerdo nada. A un mes de mi recuperación todavía tengo las llagas en mi rostro, pues alrededor de 15 días estuve boca abajo intubado, lo que me ocasionaron estas heridas.
El tiempo que estuve intubado no recuerdo nada. Cuando desperté ya estaba en cama, había perdido más de 20 kilos.
Yo pienso que cuando peleas una batalla con la muerte lo haces con todos tus músculos y por eso perdí masa muscular, pues, cada centímetro de mis músculos pelearon por mantenerse en vida y obvio, eso me desgastó.
Cuando desperté en el hospital, no podía moverme, estaba exhausto, no podía caminar, mover mis brazos, había ganado una batalla pero estaba cansado.
—¿Cuánto tiempo estuviste hospitalizado?
Exactamente un mes, del 2 de junio al 2 de julio.
Los primeros 15 días estuve intubado, de los cuales recuerdo poco. Después fue la recuperación. Todavía cuando llegué a casa preguntaba a mi familia ¿por qué estuve hospitalizado?, ¿qué había pasado?
Recuerdo que unos días después de salir de la intubación, sentí muchos escalofríos, toqué el timbre y pedí otro cobijo más para mitigar mi frío, el cual, tardó hasta 40 minutos más.
En ese tiempo, recordé que un día mi esposa quien tiene fe en Dios Jesús, me dijo que el médico de médicos era el propio Jesucristo, por lo que me encomendara a él con toda fe.
Poco a poco se me fue yendo el frío, sentí mejoras. Cuando llegó la enfermera, ya estaba más aliviado.
Al otro día estaba totalmente recuperado. Incluso el médico me comentó que en algunos días ya sería dado de alta. Mis oraciones regresaron al Hijo de Dios, mi fe crecía aún más.
Cabe destacar que en ese tiempo, su esposa Isela Rosas de la Rosa, también vivió momentos de fe.
Recuerdo que me comentó que cuando estábamos todos contagiados. En algún momento, ella tomó un crucifijo que siempre la acompaña y lo tomó tan fuerte que se quedó marcado en una palma de su mano.
Ella, pedía por la salud de toda la familia.
A unos días, sorprendentemente, la cruz de Isela empezó a cambiar de color. Así también, la salud de toda la familia.
Minutos antes, le habían comunicado que a Simón, lo daban de alta, sus hijos y ella ya no tenían Coronavirus.
Su cruz, cambiaba de color y su familia mejoraba. Algo insólito.
Hoy todos están en casa, todos aun aislados, sin embargo, dan gracias al Creador, pues se han enterado que en muchas familias se han ido dos o tres integrantes. Ellos sufrieron pero todos están con vida.
“Siempre hemos sido creyentes, hoy con lo vivido nuestra fe se asienta, Dios estuvo en todo momento con nosotros”.