Dios es la Familia Divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, comunión perfecta en el amor y que un día quiso crear el universo a su imagen y semejanza. Preparó el hogar haciendo toda la naturaleza y, al final, creó a un hombre y a una mujer para iniciar la historia de la vida familiar. Dice el libro de Génesis 3,8 que Dios se paseaba por el jardín, queriendo expresar la familiaridad e intimidad que había entre Él y lo hombres, y cuando el mismo Dios, movido de amor, decide compartir nuestra vida haciéndose hombre como nosotros,
envió a su Hijo nacido del vientre virginal de María Santísima (Gál 4,4.) La creación y la redención se iniciaron con la familia.
Precisamente, los primeros creyentes en Jesús, al reunirse para escuchar la Palabra de Dios, para orar, para compartir su vida y celebrar la Eucaristía, lo hacen en las casas de familia (Hech 2,42). Los templos cristianos y las grandes catedrales comienzan a ser construidas cuando en el Imperio Romano el cristianismo es aceptado como religión oficial y los creyentes van aumentando hasta ser multitudes.
Para nosotros, nuestros templos son un tesoro, son el lugar en donde la comunidad se encuentra don Dios, por eso los cuidamos y hasta le hemos llamado Iglesias, pero en razón de que ahí se reúne la iglesia viva que somos nosotros. Hoy, por la cuarentena que vivimos en orden al bien de todo nuestro pueblo, Dios nos permite volver a saborear la vivencia de nuestra fe en casa, en familiar, volver a los orígenes. Seguramente que el Señor sacará muchos beneficios de esta experiencia de iglesia.
