POR ALÁN BRITO
COATZACOALCOS, Veracruz. Con el rótulo «Paquetexpress» a ambos costados de la caja metálica y en la parte delantera, el camión de paquetería avanzaba tragando las rayas blancas de la carretera federal, entre los límites de Coatzacoalcos y Agua Dulce.
En el interior de la caja, de apenas 2.23 metros de ancho por 2.19 de alto, en vez de paquetes de cartón, sobres sellados color manila y tarimas de madera, venían apretujados 128 hombres, entre los 18 y 39 años, tratando de sofocar el asfixiante calor que los torturaba.
Algunos se habían quitado la camisa para mitigar el bochorno y tratar de controlar su respiración para no ahogarse. Hacía horas que se habían subido al Thermo King, marca Freightliner con el propósito de alcanzar la frontera norte.
Apenas se cerró la puerta de la caja metálica acondicionada con trabes para un segundo nivel, se quedaron a oscuras y en silencio. Cada uno se sentía a través del vaho que el otro lanzaba y no tardaron en pasar unos minutos para sentir el olor corporal de sus cuerpos.
Conforme se movían las manecillas del tiempo, los viajeros «sin papeles» empezaron a desesperarse. La caja metálica se bamboleaba con el movimiento y hacía imposible que afuera pudieran saber de su existencia.
PIDEN AYUDA DESDE DENTRO
A la memoria de los 128 hombres vinieron los recuerdos dejados atrás, la casa familiar humilde con su patio de limoneros, la loma donde escardaban para que a fuerza de esperanzas germinara el maíz, la sonrisa de la esposa, la novia, el hijo, el padre o los abuelos.
No tardaron algunos en comenzar a golpear el cajón metálico. Sin ponerse de acuerdo, cuando se cansaba uno de pegar, otro seguía intentado llamar la atención de afuera. Eran conscientes de los riesgos de viajar sin papeles, confiando en los polleros y evadiendo a los agentes de migración. Aquella caja metálica podría también ser su ataúd rodante.
POR UNA INFRACCIÓN CAE POLLERO
Los agentes de migración y de la Guardia Nacional dejaban pasar a la mayoría de los autos que cruzaban por el puesto de revisión Coatzacoalcos-Nuevo Teapa.
Cuando le tocó el paso al camión de paquetería, notaron que el conductor no llevaba abrochado el cinturón de seguridad. Uno de los agentes le indicó con la mano que se orillara.
«¿Por qué no traes el cinturón de seguridad? —Preguntó el agente al chofer—. ¡Póntelo, por favor, si no quiere que te multe».
El conductor de «Paquetexpress» de inmediato se cruzó la correa, aliviado de ver que el agente se daba la vuelta y alejaba.
No había dados unos cuantos pasos, cuando salieron unos golpes de la caja metálica. «Toc-toc, toc-toc», resonaban. El oficial se dio la vuelta y miró en dirección al cajón. Sus oídos alcanzaron a distinguir voces humanas. « ¡Ayúdenos!, ¡sáquenos de aquí!, ¡auxilio!».
Cuando el agente pidió al chofer que se bajara y abriera atrás, éste supo que su suerte había acabado. Los 128 viajeros, sin papeles, disfrutaron como si la vieran por primera vez, la luz que entraba al interior de la caja metálica. Cada uno fue ayudado a bajar de la unidad. Su sueño para alcanzar al norte había terminado. Pero la caja metálica, al menos, no sería su ataúd.
