Opinión
Cuando el camino nos cansa
Ahora, más que nunca, nuestro mundo está plagado de sufrimientos: esta terrible pandemia que va penetrando hasta los últimos rincones, que ocasiona miles y miles de muertes y que va paralizando la vida de nuestros pueblos y ciudades, millones de personas que viven en la más infame miseria, pero también el azote de la violencia y la inseguridad y tantas otras cargas.
La humanidad está cansada por tanto peso que lleva sobre sus hombros y que conducen al ser humano a la pérdida de sentido de la vida, a la desesperación y la angustia.
Cientos de familias en Tabasco han visto morir a sus seres queridos sin poder despedirse de ellos, sus vidas están cargadas de dolor y cansancio.
Situaciones en las que las palabras salen sobrando, porque los discursos humanos no tienen la capacidad de consolar suficientemente cuando el corazón está herido.
En el Evangelio de San Marcos 6,31, cuando Jesús se da cuenta de que sus discípulos se sienten cansados, les dice: “Vengan conmigo ustedes solos, a un lugar apartado, y descansen un poco”.
Efectivamente, es evidente que todos necesitamos descansar un poco, sin embargo, para muchos hermanos bastaría con que ya termine la pandemia, puede ser que otros quieran descansar saliendo, como de ordinario, a los centros comerciales o quizás un paseo, la playa, una fiesta.
Pero puede ser que este cansancio tenga una profundidad tal, que esos descansos no sean suficientes, ya que necesitamos ser tocados como desde dentro de nosotros mismos para descansar desde la profundidad del alma.
En Mt 11,29-30 el mismo Jesús nos dice: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré.
Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
Este descanso no lo da un lugar, una fiesta, una circunstancia, es Aquél que tiene un corazón manso y humilde.